Convencer a los estudiantes sobre la importancia de leer es tan difícil con respecto a los niños como con los adultos. Así surge la animación a la lectura. 

No basta contar con los libros y tener las habilidades para acercarse a los estudiantes. Es preciso tener capacidad de persuasión y paciencia para mostrar a los alumnos en general y sobre todo a los reacios que se lee porque hay disfrute. No en búsqueda de una calificación, sino en la libertad de dialogar con el texto, de pensar y experimentar emociones con él (Mata, 2009). 

El encargado de animar a leer en el aula escolar es el maestro, quien ha de conocer la literatura infantil y juvenil apropiada a los intereses y capacidades de los estudiantes, transmitiéndola de forma vital, apasionada y comprometida. El objetivo es que el alumno se acerque al libro, pero con una visión observadora, analítica y crítica.

La experiencia de leer debe envolver placer, entonces vincularse con normas y prácticas encorsetadas en la escuela tergiversa el mensaje. El placer de leer es muy individual y se define en función de las propias experiencias y de los demás, del descubrimiento del mundo y la consideración del disfrute. Por ello este placer debe ser parte de la educación.

El placer de leer no tiene porqué vincularse solamente a la algarabía, se puede experimentar lo mismo o con mayor intensidad cuando se analiza, sintetiza y debate un texto. Esto anima a seguir leyendo. El lector cuando disfruta, imagina, explora, se ensimisma, ello es más significativo que hacer una actividad planificada (Mata, 2009). Lo cual, no significa que la planificación no sea parte de la animación. Es más, es su deber presentar y seguir una estructura con objetivos, actividades y criterios de evaluación para promover el deseo de leer con paciencia y dedicación. Relacionando los libros con todo el quehacer educativo. No sólo con el tiempo libre.

Es imprescindible dejar gozar al niño con la lectura en el tiempo que se le asigna y no agobiarlo con preguntas. El lector es el que debe mandar sobre su actividad lectora. Siempre el maestro encontrará otros momentos más oportunos para hacer seguimiento del logro lector del estudiante.

Animar a leer requiere que el docente genere un clima, es decir, describa el contexto de la época, el contexto literario, el autor, su vida, estilo y obra. Que cree un clima comunicativo entre la obra y el lector. Es imprescindible acercar al niño los clásicos a medida que la educación avanza. También a las obras contemporáneas, por medio de un tratamiento lúdico. Es necesario resaltar que los estudiantes poco estimulados pueden sentirse atraídos por textos de baja calidad como libros inspirados en programas televisivos. Sin embargo, hay que tomar en consideración que pueden ser la llave para ingresar en el fascinante mundo de la lectura.

Hoy en día no se lee menos que antes. Se aborda la tarea de manera diferente porque nos desenvolvemos de otra forma con respecto al pasado (Cassany, 2012). Tengamos en cuenta que las tecnologías de la información y la comunicación no son las causantes de que los niños no se acerquen a los textos, pues a través de ellas el niño lee, pero lo hace de manera diferente (Diez, 2011). Sin embargo, sigue siendo muy importante desarrollar la habilidad tradicional de la lectura.

Con la animación a la lectura se pretende el desarrollo de competencias lectoras en los estudiantes. Aspecto que muchas veces se descuida por centrarse en el momento en que se reúnen los libros con los lectores (Sánchez-García, 2018). La animación debe permitir una interpretación de la sociedad.

Hacer al niño lector implica ejercitar su voluntad, para que así al apropiarse de ella pueda contar con el mejor instrumento para la vida (Sarto, 2000).